Soy cristiano bíblico por la sencilla razón de que no puedo con el cristianismo liberal. No lo aguanto. Considero el liberalismo como una fuerza profundamente anti-cristiana que denigra la gloria de Dios, niega el Evangelio y escupe en la cara del Crucificado. En este artículo quiero explicar algunas de las razones más significativas por las que me opongo al liberalismo teológico.
#1: No creo en la Biblia del liberalismo
La Biblia del cristianismo liberal es una recopilación de varios documentos de literatura hebrea escrita a lo largo de unos 1.600 años. Es de gran interés histórico-cultural pero no tiene nada que decirnos hoy en día. Se trata de un libro estancado, fosilizado, muerto que pertenece al pasado. Es como la Ilíada de Homero o la República de Platón.
Yo, en cambio, creo en la Biblia del cristianismo bíblico. Es decir, la Biblia que ha sido totalmente inspirada por el soplo del Omnipotente y que tiene tantísimas cosas qué aportar a nuestra fe y práctica en pleno siglo XXI. “La Escritura es un producto de la acción poderosa de Dios” (Pedro Puigvert). A través del Espíritu de Dios, las Escrituras siguen hablando, aconsejando, corrigiendo y edificándonos.
#2: No creo en el Dios del liberalismo
El Dios liberal es una mariposa, un osito de peluche, una energía positiva. Se dedica a decir cosas bonitas y nunca se enfada con nadie. Es un Dios acaramelado, azucarado, descafeinado que no confronta a nadie. Abraza a todos. Acepta cualquier tipo de comportamiento porque al fin y al cabo –pese a nuestras acciones- conoce nuestro precioso corazón. En fin, este Dios es un nuevo becerro de oro creado por los caprichos del ser humano actual.
Yo, en cambio, creo en el Dios del cristianismo bíblico. Esto es, el Dios trino que se caracteriza por bondad y severidad. Es el Dios que llama las cosas por su nombre y que nos manda que nos arrepintamos de todo pecado. Es un Dios con quien no se juega. Salva y juzga. Perdona y castiga. Ama y odia. Es el Dios testificado por los profetas y los apóstoles.
#3: No creo en el hombre según el liberalismo
Según el liberalismo, el ser humano es amable, dulce, inofensivo y, en última instancia, bueno. No es malo por naturaleza. Es la sociedad la que le corrompe. Pero su corazón sigue siendo recto.
Yo, en cambio, creo en la antropología del cristianismo bíblico. La postura conservadora enseña que en el principio Adán fue creado bueno e inocente; pero cayó. Desobedeció a Dios. Y por lo tanto, todos sus descendientes son rebeldes, enemigos –o para emplear la terminología bíblica- pecadores. Esto significa que el hombre no tiene un corazón hermoso sino engañoso y perverso. Sólo la gracia de Dios le puede liberar de semejante condición. La sociedad, entonces, no corrompe al hombre sino que la sociedad se corrompe porque está compuesta por hombres corruptos.
#4: No creo en el Cristo del liberalismo
El Jesús del liberalismo es un maestro moral especialmente dotado de la presencia de Dios. El predicador de Galilea se enfocó en el amor llegando a dar su vida como una muestra de amor por Dios. Tristemente, se quedó en la tumba. Pero la buena noticia es que resucitó metafóricamente (repito: metafóricamente) en los corazones de sus discípulos para que ellos también diesen a conocer el mensaje de que tenemos que sumergirnos en el amor, la tolerancia y la unidad.
Yo, en cambio, creo en el Jesús del cristianismo bíblico. Este Jesús es mucho más que un simple rabí. Es Dios mismo manifestado en carne. Su mensaje principal giró alrededor del Reino de Dios y dio su vida en rescate por los pecadores. Derramó su sangre con el fin de perdonar a su rebaño. Al tercer día, resucitó literalmente (repito: literalmente) triunfando sobre el poder de la muerte y posteriormente subió al cielo. Ahora esperamos ansiosamente su Segunda Venida con la misión de predicar su Evangelio a toda criatura.
#5: No creo en la salvación del liberalismo
Puesto que el ser humano no es del todo malo, el liberal cree que todo lo que le hace falta es un poco de educación. Podemos eliminar las guerras y los conflictos nacionales mediante una sociedad versada en los principios de la igualdad y la tolerancia. No hay necesidad de un nuevo nacimiento porque no se trata tanto de la salvación del individuo, sino más bien de la salvación de la sociedad en la que éste vive. La salvación, de acuerdo con esta escuela de pensamiento, se refiere al bienestar socio-económico y la paz política.
Yo, en cambio, creo en la salvación del cristianismo bíblico. Con esto quiero decir que la salvación tiene que ver principalmente con el perdón de los pecados. Esto no quiere decir que la fe no tenga una dimensión pública, no obstante, el problema cardinal del hombre no es su contexto socio-político (por muy deplorable que sea) sino el estado de su alma ante Dios.
Conclusión
A la luz de lo antedicho, opto por creer la doctrina de mi Biblia antes que hacer caso a las teorías disparatadas de la teología liberal basadas en la sabiduría de este mundo. Creo en la Biblia, en el Dios de la Biblia, en el Cristo de la Biblia, en el hombre según la Biblia y en la salvación según la Biblia.
Y ahora: ¿en qué bando estás tú? ¿Liberal o bíblico? ¿Fe humana o fe verdadera?
Autor: Will Graham